No te he visto en varias semanas. Estoy nerviosa. En cualquier momento sonará el timbre y tus ojos verdes me mirarán de esa manera que te caracteriza. Con una intensidad que asusta, con intención de comerte el mundo (o a mí), con determinación de conseguir lo que quieras. Tu mirada consigue relatarme frases enteras, sin necesidad de pronunciar palabra.
Escucho la puerta del ascensor y reconozco tus pasos. Abro la puerta antes de que toques el timbre. “No podía esperar” te digo sin apenas aire. Me agarras las caderas y me besas apasionadamente. No podías esperar tu tampoco.