– Me apetece besarte.
– ¿Y por qué no lo haces?
– Pues porque si te beso dejas de contarme la historia y me encanta escucharte.
– Es que tus besos son increíblemente distrayentes.
– Sigue contándome, pues.
Continuas hablando y me dejo llevar hasta allí por tus palabras. No puedo parar de mirarte, eres tan atractivo… No puedo dejar de escucharte, tus historias cautivan… No puedo dejar de olerte, tu aroma es intoxicante.
De repente no aguanto las ganas de besarte. Me levanto y apoyo mis manos en tu silla para acercarme y poder agacharme para llegar a tus labios. Te pillo totalmente por sorpresa e interrumpo lo que estabas diciendo. No parece importarte. Apoyas tus manos en mis caderas y tiras de mí hacia ti, haciendo que me caiga en tu regazo.
– Si me besas así yo no respondo.
– Pues no respondas.