Borro tu apellido en tu contacto. Sonrío. Esto no significa que seas menos importante. Todo lo contrario.
Siempre guardo los contactos con nombre y apellido. Guardo los contactos solo con nombre cuando esa persona es importante para mí.
Tú has llegado a ese estado. Eres importante para mí. Menos de diez personas en mi lista de contactos goza de este privilegio (o yo del suyo). Dos de ellos son mis padres.
Cuando te conocí no sabía que llegaríamos a esto. Había un cierto misterio que te envolvía y lo cierto es que nunca imaginé que ocuparías este sitio en mi lista.
Cierro la aplicación de contactos y abro tu conversación. Te envío un emoji de beso. Me preguntas si todo bien y noto cierta preocupación. Te contesto solo con otro beso virtual. Dejo el móvil de lado y me concentro en el disco que está empezando a sonar. Una simplemente no ignora el No Code de Pearl Jam.
Llega la décima canción. Mi preferida. Suena el timbre. Vaya timing, joder. Esta canción me gusta escucharla sin moverme.
– Siento haber tardado más de 17 minutos.
– Pero, ¿qué haces aquí? No malinterpretes, me alegro de verte pero ¿por qué has venido?
Te acercas y me besas en la frente. Me abrazas fuerte.
– Necesitaba sentirte en mis brazos. Necesito escuchar mi nombre en tus labios. Necesito estar contigo en el presente.
– Resulta que pienso lo mismo. Acabo de quitar tu apellido en mi teléfono.
Te alejas un poco. Asustado, sorprendido.
– Pero eso solo lo haces cuando quieres a la persona.
– Eso es.
Me coges en brazos y me besas.
– ¿Sabes que yo también, verdad?
– Ahora sí.