Tu dedo roza ligeramente el mío. Es así todos los días, o casi. De lunes a viernes, mientras estás con ella, solo nos vemos de esta manera. Nos cruzamos en el paso de cebra. Nuestros dedos se rozan para reavivar lo que muere durante la semana, mientras estás en la compañía de otra mujer.
Son las 17:07 y he salido de trabajar, como todos los días. Al menos entre semana. Entre semana, estás con ella. Solo nos podemos ver los fines de semana, cuando ella se va a pasarlo con su hijo al pueblo del padre. ¿Quién dijo que la vida era fácil?
Yo salgo de trabajar, al igual que tú. No trabajamos juntos. Fue el caso hace tiempo, pero ahora ya no es así. No te fuiste lejos, y gracias a eso podemos cruzarnos y mantener lo que nos unió desde el principio: el secretismo.
Sonreímos, claro. Después de tantos años, sigue siendo una sonrisa tímida. Por una parte es porque ambos sabemos que no existimos fuera de estos momentos, por otra parte es porque seguimos teniendo esa tímida atracción y relación.
Envidio mucho a esta mujer que te conoció antes que yo. Envidio el hecho de que ella tuviera mejor timing que yo. Envidio que yo no tuviera la suerte de conocerte antes. Porque tú y yo encajamos perfectamente. Fue solo cosa de suerte. Envidio que ella tuvera mejor suerte que yo.
Ese roce de lunes a viernes es lo que hace que sea llevable el hecho de solo verte los fines de semana. Hace llevable el dolor que siento cuando no estás a mi lado y pienso en que estás al suyo.
Esa sonrisa que compartimos es lo que hace que yo piense que todo vale la pena. Que valga la pena el sufrir entre semana. Que valga la pena el hecho de ser la otra.
Los años empiezan a pasar y cada vez me cuesta más ser la que me ha tocado vivir. Me cuesta cada vez más aceptar el no estar a tu lado también de lunes a viernes.
Es martes, y como todos los martes, vamos a cruzarnos en el paso de cebra y nos vamos a rozar, rememorando lo que vivimos hace dos días. Hay una ligera punzada de dolor, pero la ignoro e intento concentrarme en el roce de tus dedos, dejando atrás todas las sensaciones excepto esa.
Hoy es martes y no sé que este será diferente.
Es martes y no me rozas. Agarras mi mano y no me sueltas. Me miras y me dices lo que llevo queriendo escuchar tantos años: que me quieres a mí y que la has dejado. Me miras y tu otra mano se posa en mi culo, aquel que siempre dices que adoras.
Me besas y por fin noto que eres mío, de lunes a domingo.