Estamos en nuestra cama. Acabamos de hacer el amor. Mi pierna te abraza y mi mano recorre tu pecho, acariciándote.
Siempre pensé que los tatuajes en el pecho son feos excepto si es una frase a lo largo del lado izquierdo. Cuando te conocí y nos desnudamos por primera vez recuerdo estar decepcionada con encontrarme otro pecho de otro hombre sin tatuaje.
Esa noche fue el comienzo de muchas otras. Cada una más maravillosa que la anterior.
Llevamos unas semanas locas del trabajo y decidimos ir a cenar. De repente me dijiste que te habías hecho un tatuaje esa tarde. Me sorprendió. Te gustaban los míos pero no recuerdo que dijeras que quisieras hacerte uno en algún momento. Te dije que me lo enseñaras y poniéndote rojo me contestaste que en el restaurante no podías, que era en el pecho.
En cuanto llegamos a casa te arranqué la camiseta. Quería descubrir lo que te habías hecho. Me quedé anonadada. Te habías tatuado una frase en el pecho izquierdo. Encima del corazón.
“Nadie cabe en mi pecho mejor que tú”.
Una de mis frases preferidas. De un grupo totalmente desconocido y que ya ni existe. Te puse la canción una vez y alucinaste con ella y con esa frase, igual que yo hace tantos años.
Te besé el tatuaje todavía al rojo vivo y no resististe. Me besaste los labios con la pasión que te caracteriza, la que me enamoró desde la primera cita. Me agarraste los muslos y acabé contra la pared. Da igual cuántas veces hemos hecho esto, sigo temblando cuando lo haces. Sigo deseándote con fervor a cada instante.
Estamos en nuestra cama. Acabamos de hacer el amor. Mi pierna te abraza y mi mano recorre tu pecho, acariciándote. Noto cómo nos estamos quedando dormidos mientras yo te pongo la crema en el tatuaje. Te susurro que apagues las luces.
Me despierto sobresaltada y gritando. Una pesadilla. La primera desde que vivimos juntos. Me abrazas y me besas el hombro.
– Shh, cariño. Estoy aquí, no te preocupes. Yo te protejo.
Me tumbas, sin dejar de abrazarme y besarme. Empiezo a tranquilizarme, mi respiración empieza a pausarse. Todavía en tus brazos, cierro los ojos.
– Duérmete cariño. Yo te protejo. No dejaré que nada te ocurra.
No he vuelto a tener pesadillas.