Estoy esperando el tren que me lleva al trabajo. Como todas las mañanas, estoy a la misma altura del andén, a la misma hora, casi con las mismas personas. Algunos nos reconocemos, como amigos de tres instantes todas las mañanas. No hay reacción aparte de un intercambio de mirada y un silencioso “veo que sigues existiendo”.
Llega el mismo tren de todos los días y una multitud de personas sale del tren y otra multitud de personas intentamos entrar. Algunos no dejan ni salir, esto es algo que nunca me ha gustado de las personas: la poca educación. Dudo, encima, que tengan ganas de llegar a trabajar. Más bien quieren sentarse, como no lo van a hacer en su oficina todo el día, es totalmente normal esta actitud. Qué asco siento a veces. Tú siempre me lo dijiste: “pequeña, eres un poco hater”.
Miro las paradas del tren que va a llegar cada treinta segundos. Tengo un poco de neurosis con ver el nombre de mi parada. Yo sé que este tren, como todos los días, se detiene en mi parada. Pero necesito verlo cada treinta segundos, para callar esa vocecita obsesivo compulsiva que tengo.
También me gusta ver todas las paradas que hace, hasta llegar lejos de mi ciudad. Todos los días me imagino no bajarme en mi parada y simplemente seguir; seguir y huir. Perderme en otra ciudad o pueblo durante el día. Apagar el teléfono e ignorar lo que estoy dejando atrás. No es como si alguien me fuera a echar de menos. Desde que te marchaste, poco me retiene y cada día hay menos razones o cosas que me hacen querer volver.
He conseguido sitio para sentarme en el vagón y siento que hoy va a ser difícil levantarme del asiento. Cierro los ojos y escucho las conversaciones que me rodean. Es increíble la cantidad de historias con las que nos cruzamos sin ser conscientes de ello. Todos estamos en nuestra burbuja y no dejamos que nos contaminen. La humanidad se ha ido al carajo cuando estar cerca de otros y compartir conversaciones lo vemos como una contaminación.
No sé si ponerme música e inmersarme en esa burbuja que acabo de criticar. La música, para mí, siempre ha sido mi mayor placer. No hay nada igual. No hay otra forma de arte que me provoque escalofríos, risas y lágrimas. A veces a la vez. Pero hoy creo que será mejor observar lo que me rodea. Apreciar lo visible y lo invisible.
Estoy planteándome si seguir hasta el la última parada. Noto últimamente que huir con la música o en mi ciudad no me está resultando. Mi cerebro sigue recordándote, mi cuerpo sigue estremeciéndose pensando en ti y mi sofá sigue oliendo a ti. Empiezo a sentir la necesidad de alejarme de todo lo conocido para intentar olvidar. Olvidar que mi cuerpo fue tuyo, que me dijiste palabras de amor. Pero sobre todo, olvidar que ahora mi cama está fría y esas palabras de ruptura, que rompieron más que nuestra relación.
Puede ser que hoy sea el día. Hoy puede ser el día que no me baje en mi parada. Estoy empezando a ver que va a ser el caso. Empiezo a sentir que no tengo fuerzas para bajarme donde debo pero sí para bajarme donde quiero.
Anuncian mi parada. Hago ademán de levantarme pero en seguida desisto. Hoy es el día. Apago el móvil y abro mi libro, dispuesta a huir en su historia hasta poder huir en la mía.