Me acaricias la cabeza, como con los masajeadores estos de púas que dan escalofríos. Tú también me das escalofríos. Noto tu mirada en mi perfil, estudiando mi rostro. No me agobia que me estés observando, me dejo perder por la sensación de tus dedos en mi cabeza, masajeando ligeramente.
“¿Sabes? En portugués tienen una palabra para esto.”
Te acercas a mi oído y me susurras una palabra que no había escuchado nunca, pero que nunca olvidaría. Una palabra que me haría sonreír en ese momento y cada vez que la recordara.