-¡Madre mía! ¡¿Pero qué haces aquí?!
-Pura casualidad.
-Pues vaya casualidad, si ni siquiera vives en esta ciudad ya.
-Ya ves.
-¿Cómo me has reconocido, después de tanto tiempo, entre toda esta gente?
-Esos ojos los reconocería en cualquier lado y entre cualquier multitud; siempre han sido los más bonitos estén donde estén.
-Ya veo que no has cambiado en ese aspecto.
-¿Qué aspecto?
-El de hablar así.
-¿Cómo hablo?
-Deja de hacerte el distraído. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
-¿A que digo la verdad como que sueño contigo por las noches? ¿A que irme de la ciudad fue el mayor error de mi vida porque te dejé aquí? ¿A que tus ojos son de una belleza excepcional; tanto que me atormenta su falta? ¿A que he vuelto a la ciudad y venido aquí porque te buscaba? ¿Te refieres a esa manera de hablar?
-¿Has vuelto de verdad?
-Sí.
-¿Por mí?
-Por ti.
-Pues ya era hora, joder.