– No, no, no. No me puedes hacer esto. No puedes venir después de tantos años de amistad y decirme que en realidad estás enamorado de mí.
– Créeme, para mí también ha sido una sorpresa darme cuenta. Pensaba que era perfectamente feliz hasta que que me anunciaste que te ibas a casar.
– ¡Venga ya! – estoy elevando la voz. ¡Pero si llevo con Pedro dos años! ¿Y es ahora que “te das cuenta”? ¿Cuando me voy a casar? ¡Esto parece una película de Hallmark! ¡Pensarías que con todas las que hemos visto juntos irías sobre aviso!
– ¡No me grites! – estás gritando tú también. ¿Qué te crees, que ahora mismo no deseo haberme dado cuenta antes? ¿Que ojalá jamás rompiera contigo aquel día?
– ¡Es que no te creo! – parece que no vamos a ser capaces de dejar de gritar. ¡Siempre con tu bad timing! ¡Me tenías! ¡Éramos pareja, éramos felices! ¡Fuiste tú que me rompió el corazón! ¿¡Sabes a cuántos tíos me he tenido que tirar para olvidarte?! ¡¡Y NO FUNCIONÓ!!
Este último grito lo han tenido que escuchar en Vigo. Me callo, quedándome sin energía de repente. Tú no eres capaz de mirarme y parece que te has quedado sin nada que decir.
– Todos estos años queriéndote – susurro. Hasta que fui capaz de decidir que me merecía más, que merecía ser querida, que merecía una persona que construyera algo conmigo…
– He estado a tu lado todos estos años…
– Como mi amigo, Edu. Y ha sido genial, no sé qué hubiera hecho sin ti en muchas ocasiones todos estos años. Estuviste cuando murió mi padre, cuando perdí trabajo tras trabajo… ¡Incluso cuando me fui de año sabático a Islandia! Pero no estabas como mi pareja. Siempre has sabido que yo quería más en mi vida.
– Lo sé, y en parte eso es lo que me agobió. Yo no quiero más. Con nadie. Solo que no lo admitía. Tú siempre has tenido las cosas tan claras. Es algo que asusta. Pareces tan segura de ti misma y de tu futuro. A tu lado uno se siente inseguro y no merecedor de tu amor.
– ¿Por qué nunca me dijiste todo esto? Claro que te mereces mi amor. Te lo he dado incondicionalmente todos estos años.
– No sabes cuánto siento no haberme dado cuenta de este hecho antes. Todo este tiempo perdido… ¿Me sigues queriendo? ¿Tengo todavía la oportunidad de bailar ese viejo baile con alguien que he estado alejando de mí?
– ¡Esto no es una película de Hallmark ni una canción de dEUS! ¡No voy a dejar a Pedro simplemente porque el amor de mi vida dice que me la juegue por él!
– Pero acabas de definirme como el amor de tu vida… Nothing really ends, you know that.
– Y lo eres, Eduardo. And it doesn’t – añado con la cabeza baja. ¡No uses canciones como argumentos! – estoy gritando de nuevo, enfurecida.
– ¡Pero si lo has hecho tú antes!
– ¡No es lo mismo! ¡Yo no estoy poniendo tus sentimientos patas arriba! – mi tono sube tres octavas cuando llego a estos niveles.
– ¡Mis sentimientos están patas arriba desde que te conozco! – replicas más alto todavía. Nada tiene sentido sin ti. Por favor, no me dejes – añades, casi con un hilo de voz.
– ¿Dónde habré escuchado esa frase antes? Ah, sí. ¡Cuando te la dije yo! – empiezo a notar que me quedo afónica.
Hundes la cabeza en tus manos. Te quedas callado de nuevo. Veo que me he pasado.
– Lo siento, no debería de haber dicho esa maldad.
– Me la merezco, no tienes nada que sentir.
– ¿Cómo hemos llegado a este punto? Todos estos años hablando y no nos dijimos lo más importante.
– Bad timing…
– Nothing really ends, Edu.